Diario de Guerra de Alejandro González, Alias "WaaghMan". Septagesimoséptima anotación:
Episodio I:El viaje hacia Lúculos
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Nuestra historia comienza en la ciudad de Dorin, donde se están celebrando unas fiestas, conocidas en toda la comarca por sus torneos y campeonatos.
Participantes de poblaciones cercanas se reúnen en esta ciudad para demostrar su capacidad o simplemente divertirse un rato.
Entre esta gente, nos centraremos en tres personajes: Un joven paladin que proviene del pueblo de Luculos; un explorador elfo que nació en una aldea en el interior de un bosque, y una hechicera, también elfa.
Estos tres personajes vinieron a Dorin por variados motivos, y los tres se apuntaron a algún torneo de los que se realizaban: El paladín entró en un cuadrilátero de combate cuerpo a cuerpo, y los dos elfos se apuntaron a un concurso de tiro con arco.
El paladín, tras un duro combate, fue derrotado por un caballero embutido en su armadura.
En el concurso de tiro, el explorador consiguió un respetable segundo puesto, y la hechicera quedó en cuarto puesto. Poco más pudo hacer, pues las dianas se encontraban a mucha distancia para su pequeño arco corto.
Tras los torneos, se convocó a un grupo de voluntarios a una reunión en el ayuntamiento. El motivo de esta reunión se esclarecería poco después: Los suministros que deberían mandar los pueblos vecinos, no han llegado, y la ciudad se encuentra en problemas.
Para asegurar la recepción de esos suministros, se organizarán grupos de escolta que acompañarán a los carros de suministro.
Nuestros tres personajes formaron grupo junto con otros tres individuos que llegaron en ese momento: Una semielfa clérigo de Pelor, un gnomo druida y su perro de monta, y un pícaro elfo.
La misión de este grupo era encaminarse a la ciudad de Lúculos junto con dos carros, pilotados por dos medianos llamados Bilo y Milo.
Para conseguirlo, tuvieron que asegurar a las bestias de tiro (burros) a sendos carros.
La cosa no resultó tan simple como podría esperarse, y algunos de los personajes recibieron coces y mordiscos.
Gracias a las habilidades del druida, pudieron adivinar el motivo por el que el burro se negaba a colaborar.
Solucionado el problema, comenzaron el viaje.
La primera tarde transcurrió pacífica, cosa que no se puede decir de la noche: El convoy fue asaltado por un grupo de trasgos, y varios de los personajes quedaron gravemente heridos.
Se pudo rechazar el ataque, pero más tarde, mientras gran parte del grupo descansaba, los trasgos de nuevo atacaron, causando aún más daños.
Maltrechos y agotados, los aventureros curaron sus heridas como pudieron y continuaron el viaje.
Al mediodía del día siguiente, se encontraron con un embotellamiento en la calzada. Tres de los aventureros se adelantaron a comprobar el motivo de este atasco, y comprobaron que se debía a un jabalí que obstruía el camino.
Fijándose un poco más, comprobaron que el motivo de que el jabalí se encontrase allí parado era que había una cría de jabalí muerta, aplastada por una rueda de carro.
Tras avisar a los otros tres aventureros y tras un buen rato de trazar planes y acciones, decidieron intentar agarrarla por el cuello usando cuerdas, desde dos puntos distintos. Eso requería una compenetración por parte de los aventureros.
A la hora de echar el lazo, el pícaro elfo consiguió echar la lazada al cuello del jabalí, pero en la otra esquina no sucedió lo mismo. El jabalí, viéndose amenazado, cargó contra el pícaro, pero fue lo bastante rápido para echarse a un lado, consiguiendo que fuese el explorador el que recibiese la carga.
El pobre poco pudo hacer, y quedó tumbado en el suelo con una fea herida en el vientre.
El resto de aventureros, ante el ataque del jabalí, actuaron y lanzaron a la cría de jabalí hacia el exterior del camino. El jabalí corrió hacia ella, despejando el camino.
El convoy proseguió su camino sin novedad, hasta llegar a una bifurcación. Podían seguir por el camino, por donde había un pueblo donde podrían reabastecerse y sanarse, pero a cambio el viaje sería mucho más largo; y podían tomar un camino a través del bosque oscuro, por el que irían de forma directa a Lúculos, pero este camino estaba plagado de peligros.
El grupo, sabiendo que la celeridad era esencial, decidió sanarse como pudo y continuar el camino por el bosque.
Este camino estuvo plagado de sorpresas: Para empezar, el druida, que iba un poco más adelantado, quedó pegado en una telaraña gigante que tapaba el camino.
En ese momento apareció la araña que la había tejido. Los aventureros entraron en acción, y corrieron en ayuda de su compañero.
La araña, tras lanzar una sustancia que dejó atrapados al druida y su perro, se volvió para atacar al resto del grupo. Los arqueros fueron muy efectivos en este combate, gracias al excelente blanco que ofrecía una araña tan grande. El paladín quedó ralentizado debido a un segundo disparo de la sustancia pegajosa de la araña, y fue envenenado por ella. Tras esto, cayó muerta y el grupo pudo proseguir su avance.
Poco después fueron atacados por trasgos, pero el grupo consiguió rechazarlos sin mayores desgracias.
A la mañana siguiente, el explorador localizó un movimiento en un arbusto del lindero del camino.
La clérigo y el druida se adelantaron a explorar, con la mala suerte de que fueron picados por una víbora y cayeron inconscientes.
El grupo no tuvo más remedio que seguir adelante. Se vieron asaltados otras cuantas veces por trasgos, pero salieron del paso. Un tiempo después, el druida recuperó la consciencia, poco antes de que el convoy se detuviese por un árbol volcado en el camino.
Este árbol había sido talado por unos trasgos que atacaron al grupo. Los aventureros acabaron con ellos sin dificultad, pero apartar el enorme tronco lo suficiente para poder seguir con los carros les costó mucho.
Durante el camino, los aventureros percibieron una columna de humo a la derecha del camino, donde no debería haber ninguna población. Decidiendo que la misión era más importante que eso, siguieron adelante haciendo caso omiso de eso.
Tras una noche en la que los medianos atacaron al paladín por un encuentro de opiniones, el convoy llegó finalmente al pueblo, para descubrir que éste había sido atacado y destruido.
Poco pudieron hacer los aldeanos, ya que no parecía haber ni un sólo cadaver del bando atacante (o eso suponían los aventureros). La naturaleza mágica del ataque se podía casi palpar en el aire: Ataques de fuego, de hielo, ácidos, enormes garras...
Tras reunir a los cadáveres y cavar una fosa común, y consolar al paladín por la muerte de su familia, decidieron pasar la noche en un granero más o menos intacto al borde de la ciudad, para decidir al día siguiente qué acción emprender...
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Y la guerra sigue...
2 comentarios:
Jeje, que cutre lo del jabalí, maldito Roch...
P.D. Creo que antes de eso, no fueron trasgos, eran hombre-perro o algo así
Mmm entonces serían kobolds, que son hombres-perro... puede ser.
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